viernes, 10 de septiembre de 2010

Eterno luchador que trabaja para erradicar la desnutrición infantil


Es quizás el pediatra más famoso de la Argentina, de Cuyo seguro.
Abel Albino sigue atendiendo en su pequeño consultorio de calle Rivadavia a cientos de niños que tienen la suerte de que papá o mamá los lleve a la consulta con el pediatra.
Después compartirá esa pasión con los otros niños, a los que la vida les hizo esquivo no sólo el cariño sino también la comida. Los niños que dan una lucha sin igual para tratar de seguir viviendo. A ellos Abel Albino dedica su vida, su tiempo, su pasión.

Es cierto: se ha dicho mucho de Albino; se han hecho especulaciones políticas, pero ya han pasado años y él está allí imperturbable, trabajando, ayudando, haciendo.

Lector incansable, en cada respuesta parece haber una mención a Sarmiento, San Martín, la historia o la literatura universal.

Así es Abel Albino, un apasionado.
Al fin de cuentas carga con una definición que hoy no parece tan común: es un hombre verdaderamente comprometido y como pocos.


–Su profesión ya es más que una vocación.

¿Qué siente todavía cuando entran los chicos por la puerta? –La profesión es mi vida. Haciendo bien lo que cada uno hace, por simple que sea, estamos contribuyendo al bienestar general, a un país mejor. No existen papeles pequeños, existen actores mediocres.

–Usted atiende aquí a chicos que vienen con su papá o mamá por una gripe, por ejemplo, y se va a CONIN a estar con chicos con una realidad totalmente diferente. ¿Cómo es el desafío de convivir con esas dos cosas? –Winston Churchill le decía al pueblo inglés al principio del siglo pasado: "Quien hace su trabajo, paga sus impuestos, mantiene su familia, es un buen ciudadano, pero no hace nada para que algo cambie en la sociedad, es un ladrón". Todos debemos hacer lo que nos corresponde hacer y un poquito más, y así estamos contribuyendo al bienestar general. CONIN, para mí, es ese poquito más de contribución en el país y al bienestar general.

–Hay hitos fuertes en su carrera, como aquella famosa exposición en el coloquio de Ideas donde vimos a empresarios que lloraban cuando usted hablaba.

¿Siente que cambió en algo el compromiso de este sector importante con los problemas de la sociedad? –Creo que sí, porque cuando empecé con esto, hace 18 años, muchos pensaron que decía estupideces o que andaba atrás de algo o que quería hacer política… –Bueno, ofertas no le faltaron… –(Se ríe con ganas y continúa) No me faltaron. Nunca he buscado nada personal aunque me han ofrecido muchas veces muy buenas cosas. Pero pasaron los años y lamentablemente no nos habíamos equivocado, el problema se profundizó. En los ocho meses de este año hemos abierto Conines en Mar del Plata, Gualeguaychú, Concordia, La Pampa, el segundo en Rosario, La Rioja, Paraná, Bahía Blanca, Trenque Lauquen y La Plata. Son 10 centros en 8 meses.

Eso quiere decir que hay más conciencia de este problema. La desnutrición es el principal problema argentino, latinoamericano, el escándalo del mundo. El Papa dijo que es el escándalo del mundo. Cuando el Papa habla de doctrina lo asiste el Espíritu Santo, y cuando habla de cosas temporales lo asiste la Academia de Ciencias del Vaticano. Tiene 150 científicos, 70 u 80 con premios Nobel y la gran mayoría no son católicos.

Pero son hombres pensantes, intelectuales en tal o cual área.

–Lo hemos escuchado de su boca muchas veces pero nunca se termina de tomar conciencia. ¿Por qué es importante luchar contra la desnutrición? –Porque genera debilidad mental pero es la única que se puede prevenir, la única creada por el hombre.

Por lo tanto el hombre puede y debe quebrarla. Ese chico estará condenado al desempleo, subempleo, vivirá la vida como detrás de un vidrio; los demás viven, él no. Estará condenado posiblemente para siempre.

El 80% de los niños en América Latina no terminan la escuela primaria, el 80% de los presos en las cárceles no tienen la primaria completa. El 80% de los grandes criminales de Mendoza han sido desnutridos en un segundo y tercer grado. Esto es muy serio, tenemos que abordarlo con seriedad y absoluta responsabilidad.

–Si la solución es tan fácil, alimentarlos, ¿qué es lo que falta? –Tenemos que dejar de pensar definitivamente en las próximas elecciones y empezar a pensar en las próximas generaciones.

La comida es el 50%. El otro 50% es afecto y estimulación.

Necesito el alimento físico, pero también el espiritual. Eso es en el primer año de vida, porque cuando una persona nace el cerebro pesa 35g (6 monedas de $1) y cuando camina el cerebro pesa 900g (150 monedas de $1). De adulto 1,2 kg (200 monedas), o sea que el crecimiento gigantesco es en el primer año de vida. El cerebro aumenta porque se cablea. Luego esos cables se interconectan con los cables de otras neuronas y eso le da al individuo la rapidez mental, la capacidad de relación, asociación, la memoria. Ese cerebro cableado luego puede ser educado.

La educación es una semilla maravillosa, pero toda semilla para fructificar necesita de un sustrato, de un cerebro intacto. Si simultáneamente pongo cloacas, agua corriente, agua caliente y luz eléctrica en cada casa argentina tengo una potencia a 30 años. Pero para eso insisto, hay que dejar de pensar en las próximas elecciones y empezar a pensar en las próximas generaciones.

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